domingo, 28 de noviembre de 2010

Visita

La recepcionista movio la cabeza en un gesto negativo.

-Lo lamento. Los unicos que pueden ingresar a ver al joven Damián Valerdi son familiares.

Otra vez le insisti poniendo mi rostro de niña inocentes que queria algo pero la mujer siguio diciendome que era imposible.

-Por favor señorita.- dijo por fin.- Haga el favor de retirarse.

Estaba a punto de protestar otra vez pero me di cuenta que eso era completamente inútil. La unica forma de poder ver a Valerdi era escabullendome cuando menos se dieran cuenta. Hice la que caminaba hacia la salida, cuando aquella enfermera dejo de mirarme di un salto hacia uno de los pasillos consecutivos logrando escaparme.

Incluso por cosas del destino, no habia gente en esa zona por lo que llegue a la escalera facilmente sin ser vista. En el segundo piso habia unas cuantas personas con ropa de calle que estaban visitando a sus familiares, algunas enfermeras y un doctor intercambiando algunas palabras con una mujer de apariencia cansada. El tipico ambiente que tenia una clinica donde la mayoria de personas presentes tenian la mala suerte de estar en riesgo ante una enfermedad o tener a un familiar querido en aquel horrible lugar.

Esa era una de las razones por las cuales procuraba ni siquiera pasar al frente de una clinica u hospital, quizas porque me traian demasiados malos recuerdos cuando mamá tomaba uno de sus tragos de más y los vecinos tenian que llamar a la ambulancia para que se la llevaran a un hospital cercano y le pusieron calmantes.

Mis ojos se toparon con una enfermera que parecia ser la mas novata de todos los presentes, no debia tener mas de veintidos años y estaba con un semblante asustadizo. Me acerque a ella con uno de mis rostros angelicales.

-Disculpe, me he perdido... ¿sabe donde esta la habitación de Damián Valerdi?

Pude ver que la chica dudo durante unos segundos si contestarme o no.

-Es que soy su prima.- mentí.

La expresión de la chica se relajo un poco, por lo visto se había creido lo que le había dicho.

-El joven Valerdi esta en la 205 al final del lado derecho, señorita.

-Oh...- gire para ver hacia la dirección donde me indicaba.- Muchas gracias.

Inmediatamente camine hacia la habitación que la enfermera habia indicado. La puerta se encontraba entreabierta y no habia ni una sola persona al final del pasillo, me acerque lo suficiente para poder ver quienes estaban adentro y sobre todo, escucharlos. Un hombre de aparentes cincuenta años se hallaba de espaldas, tenia cabello rubio dorado y estaba vestido elegantemente con un terno. Y justo en la cama se hallaba Damián con los brazos cruzados y un semblante de pocos amigos.

Mis ojos analizaron la apariencia poco saludable que tenia Damián; su cabello dorado se encontraba opaco, sus ojos azabaches parecian haberse desteñido y su piel se encontraba de un pálido poco saludable. Unas medias lunas debajo de sus ojos remataban lo que era posiblemente una de las fachas menos saludables que en mi vida habia visto.

La voz de aquel hombre salia molesta, muy molesta.

-¡Que irresponsable eres!- vocifero.- ¡Apenas llego de mi viaje y me entero que uno de mis hijos esta internado por drogas!

Tan solo en su voz se podia palpar el enfado que le estaba invadiendo.

-¡Cómo diablos pudiste hacerlo?! ¡¿Tienes la menor idea de lo que las personas diran de mi cuando se enteren de esto!

Paro durante unos segundos para poner una de sus manos sosteniendo su cabeza en un esto de cansancio.

-La reputación de la familia.- dijo con preocupación.

No se necesitaba ser un gran adivino para saber quien era ese hombre: el padre de Damián. Y por lo visto muy enojado. Pude darme cuenta que el que podria ser considerado mi condena pertenecia a una familia muy acomodada, ya que tener el dinero para poder pagar una clinica como esta y sobre todo; vestir esos trajes y tener las preocupaciones como: la reputación de la familia. Indicaban demasiadas cosas relacionadas con un estatus alto.

-Como si me importara lo que los demás digas.- Damián dijo con frialdad.- Sabes que nunca me ha importado.

Las manos de su padre se volvieron inmediatamente puños.

-¿Quieres provocarme?- soltó su progenitor furioso.

Damián guardo silencio durante unos segundos para fijar su vista en uno de los suelos, esa era una respuesta no exactamente positiva pero tampoco negativa.

El señor Valerdi se puso erguido en una acción de autosuficiencia, solto un suspiro que salio mas como un bufido. Parecia estar cansado, estresado y poco motivado.

-No se porque haces esto.- hablo con suavidad.- Siempre fuiste el mejor... mejor que tu hermano, mejor que yo.

Guardo silencio como si quisiera recordar durante unos segundos el tiempo pasado.

-Más inteligente, mas talentoso, más poderoso... en todos esos aspectos le superabas a tu hermano.- paro.- Ahora mirate... ¡eres solamente un maldito fumón!

El desprecio se podia palpar en el aire, inmediatamente queria tirarle un buen puñetazo a la cara del padre de Damián, ¿cómo le podia decir eso? Agudice mi vista hacia donde el hombre se encontraba.

-Ahora creo.- prosiguio.- Que deberias ser como tu hermano.

La expresión de Damián se parecio incendiar de un fuego oculto, lleno de ira.

-¡Yo no soy mi hermano!

Su padre bufó.

-Lamentablemente.

Di un salto rapido cuando vi que el papá de Damián se disponia a salir de la habitación, me hice la que miraba uno de los anuncios sobre la vacuna contra la hepatitis, al momento que paso el señor Valerdi, esto ni siquiera parecio reparar en mi presencia. Ahi fue cuando pude verle el rostro, se parecia completamente a Damián, los ojos y las mismas facciones demasiados perfectas del rostro. Ambos parecian modelos.

Cuando me asegure que su padre ya habia bajado las escaleras, me acerque silenciosamente a la puerta que ahora se encontraba completamente abierta. Para mi mala-buena suerte, Damián se hallaba con sus ojos azabaches puestos en mí.

Sonrió de una forma burlesca cruzado de brazos, dios, ¿acaso no tenia otro gesto? Ese realmente me estaba estresando.

-Melinda.- su voz salio divertida a pesar que hace un momento estuviera furioso.- Que milagro tenerte por acá.

Yo no conteste nada, simplemente avance hasta estar dentro de la habitación. No tengo la menor idea de cuanto tiempo paso pero finalmente el abrio su boca otra vez.

-¿Que haces aquí?

Me quede callada.

-Esa pregunta tambien te la deberia hacer a ti, ¿no crees?- le dije.

El levanto los hombros haciendose el desentendido.

-Tal vez... aunque no seria de una pregunta del todo apropiada ni muy logica.

Le mire fijamente a los ojos.

-¿Por que lo dices?- cuestione.

-Creo que ya te debiste de haber enterado lo suficiente escuchando como hablaba con mi padre, ¿no?

Muy bien, ese era un punto a su favor. Mis mejillas se pusieron rojas, habia sido atrapada con las manos en la masa.

-¿Me viste?

-No soy ciego ni tonto.- habló con naturalidad.- Era facil darse cuenta que alguien estaba escuchando...

Realmente si yo hubiera querido ser agente secreto estaria despedida. Ambos nos miramos fijamente a los ojos otra vez, la tensión crecio en el aire, un montón de palabras que ninguno de los dos nos atreviamos a decir.

-Aún no has respondido mi pregunta.- enarco una ceja.

Ahora si que me habia atrapado, no tenia nada bueno que darle excusa sobre mi presencia. ¿Por que no lo habia pensado antes? Una idea, algo se me debe ocurrir...

-Es algo reciproco.- solté.

-¿Reciproco? No se te ocurre nada mejor.- se burlo.

-Hablo en serio. Tu me salvaste de que me ahogara, ahorta vengo a visitarte.

Otra vez su frialdad volvio.

-Eres tan transparente...

-¿Un libro abierto?- enarque una ceja.

El bufó.

-Eso es muy crepusculo, Bella Swan.

Sus palabras me sorprendieron por un momento, no pude evitar hacerle la pregunta que me estaba carcomiendo.

-¿Viste la película?- inquiri.

Puso su cara de pocas ganas.

-Leí el libro... mucho mejor.

Interesante. Le gustaba leer.

-No sabia que leias... francamente.- comente.

-¿Me crees hueco?

-No dije eso.- defendí.

-Lo pensaste.- contra atacó.

No pude evitar sonreir ante lo infantil que ambos estabamos siendo, al ver que él no sonreía decidi que era mejor poner mi gesto de chica indiferente. Aún quedaba una pregunta la cual no me atrevia a hacerle, quizas era la mas logica y la más común de todas pero igual... es como si preguntarle eso tuviera un significado más para mi.

-¿Cómo te sientes?

Vacilo por unos momentos.

-No del todo... tener sobredosis no es tan malo como parece.

Sonrio sarcasticamente pero no lo segui el juego, eso no me daba ni una gracia al respecto. No podia creer que se lo tomara tan a lo liviano cuando casi pudo haber muerto por una estupidez.

-¿Cómo puedes estar así? Cuando casi te matas.

Mi voz salio chillona, alarmada... preocupada.

Enarco una ceja dorada con una sonria a una esquina de la boca.

-¿Preocupada?

-Por favor, no estoy para juegos.

Él entendio a la perfección lo que queria.

-Un porqué. ¿Por eso has venido?

Gire hacia otro lado, la atmosfera ahora estaba demasiado tensa como para poder mirarse a los ojos sin sentirse demasiado rara.

-Hay demasiados "porques" que quiero que me contestes.

-Aunque es muy poco probable que lo haga.- contesto.

-En ese caso quiero me contestes el "¿por qué?" que tengo en mente.

Sus ojos azabaches se volvieron como dos platos de la sorpresa por la frialdad de mi voz, por lo visto sonaba demasiado decidida contando con el hecho que mis piernas estaban flaqueando.

-Una forma de escape.- soltó por fin.- ¿Por que no intenarlo de vez en cuando?

-Sabes que eso no funciona.- dije molesta.- Drogarte solo te mata las neuronas y te manda a una clinica.

El movio la cabeza en un gesto de cansancion, no era la primera vez que le decian.

-¿Cómo poder hablar sin ni siquiera haberlo intentado?

-¿Eres drogadicto?

Esa pregunta paro las respuestas que venian, una sonrisa surco sus labios.

-No.

El alma volvio a mi cuerpo. Iba a preguntarle una ultima pregunta cuando escuche una voz demasiado conocida, mejor dicho, que habia conocido el día de la fiesta.

-¿Melinda?- era una voz tranquila pero grave.

Gire rapidamente con los ojos abiertos. De mi labio un nombre salio trabadamente.

-Charlie...

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